Inaceptable petición de retirar al ejército de la lucha anti crimen

A lo largo y ancho de todo el país mexicano andan sueltos cientos, si es que no miles, de personas acostumbradas a vivir fuera de la ley, corrompiendo lo que se deje o asesinando a quien les parezca ser un obstáculo. Esto ha sucedido así por décadas.

En el 2000 los ciudadanos votaron que ya no querían al PRI en la presidencia de la república. Muchas cosas sucedieron entre el 2000 y el 2006. Pero el ataque fue más bien a los cabecillas. Se pensaba que atacando a los jefes, se provocaría el desmantelamiento de los subalternos. El resultado fue que sin "los jefes iniciales", se formaron nuevos jefes y la actividad delictiva continuó.

En el 2006 los ciudadanos mexicanos, muy confundidos, fueron a las urnas y eligieron nuevamente la opción que solicita, exige y cree en el orden y la legalidad. Las otras opciones son, digamos, "más flexibles": justifican cuando pueden al transgresor de la ley siempre y cuando esa transgresión no los perjudique en su imagen política, pero no toleran lo que amenaza sus imágenes.

El nuevo presidente, que ofreció mano firme con pasión por la patria, comenzó a definir materialmente en forma inmediata lo que quiso decirnos con "mano firme". Firmeza para aplicar la ley. Eso es todo. Atacar de frente al delincuente más peligroso para la ciudadanía. Y haciendo uso de sus facultados como comandante en jefe de las fuerzas armadas de la nación, comenzó un ataque frontal a delincuentes ocupados en los crímenes que más perjudican a la nación, a sus ciudadanos de hoy y a los del mañana.

Es obvio que las policías federales, estatales y municipales no han sido capaces de hacerle frente a este nivel de criminales. O, lo que es peor, en vez de hacerles frente, en forma ya casi natural para muchos de ellos, se les han unido discretamente y son dirigidos por los delincuentes de alto nivel. Ante esa situación, el nuevo presidente, el que prometió mano firme, procedió a ser congruente con sus palabras y armó con el ejército y la armada el ataque frontal.

Pero todo lo anterior sólo es para llegar a exponer la total y absoluta situación de sentimiento de frustración, ira, total desacuerdo, desencanto por la nación, casi ganas del suicidio, al escuchar peticiones de los dos partidos principales que no ganaron (partidos que antes fueron uno y el mismo) de que el presidente de la república regrese al ejército al cuartel y deje que las policías regulares se ocupen precisamente de aquello que todos ya sabemos que no fueron capaces de resolver.

Ésa es la petición. ¡Que no se combata con eficiencia al crimen organizado! Es real esto. No lo estoy inventando. Averigua si es cierto que personas del congreso, senado o diputados, hicieron declaraciones pidiendo que el ejército regrese a sus cuarteles para que... ¿para qué puede ser? ¡Es obvio! Pedir esto es para darles a los delincuentes la oportunidad de regenerarse, ¡claro! Pobrecillos de los delincuentes organizados. Hay que darles "chance". Eso de hacer que se les aplique la ley a los que peores daños les pueden causar a los mexicanos, ¡no es conveniente!

¿De qué se trata esto? ¿Qué clase de marronería, majadería, afronta grosera a los mexicanos es esa petición de personas que no merecen el título de legisladores? Como tampoco merecen la ciudadanía los que pueden balbucear todos los días ante su micrófono y cámara y expresar la noticia como si no se tratara de nada especial.

La desesperación por tapar la imagen de éxito de estadista del presidente Calderón es tal, que ya resbalan en la grosería ciudadana. Los ciudadanos, en masa, debemos de provocar la renuncia de los legisladores que hicieron esas declaraciones. No lo hacemos porque somos una masa amorfa, dejada, confundida. ¡Qué bien han hecho su trabajo los medios! Son expertos en provocar la confusión, en generar personas desciudadanizadas, desinformadas.

¿A dónde va este país?

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