El prócer que difamó y calumnió a su propio país
Si el objetivo de López, el hombre de la izquierda amarilla, era provocar que todos manden al diablo a las instituciones como él declaró que se debería de hacer, casi lo está logrando. Esto nos lo indica la encuesta de Mitofsky en la que el 44% de los mexicanos cree que las elecciones fueron "poco limpias", pero, peor aún, un 25% declara que o fueron de plano fraudulentas o no fueron "nada limpias". O sea que de cada 100 habitantes del país que ha invertido miles de millones de sus escasos y urgentes recursos en el asunto de las elecciones, ahora "no confían", 74 de ellos, en que ese proceso esté cumpliendo los objetivos.
Y lo que yo escriba aquí de nada sirve, porque con la misma hay 74 que estarán en desacuerdo. Aunque se les diga que los funcionarios de casilla, junto con los representantes de los partidos, firmaron actas que tienen los totales que ahora aparecen publicados en el sitio del IFE. El rumor del "fraude" ya se propagó, como el fuego destructivo de los más horrendos incendios de los últimos tiempos. En esta ocasión las áreas verdes, "el pulmón" que se está perdiendo, es la confianza del mexicano en su propio país.
La lógica que se desprende de los hechos nos dicta un resultado muy apretado, cierto, pero en ningún punto, ni lejanamente, sugiere que las cifras finales sean el resultado de votos que no fueron emitidos por ciudadanos.
Cuando pasan algunos minutos de platicar con los propagadores de la teoría del fraude, entonces dejan de lado el argumento que cae cuando se habla de las actas firmadas por todos y ahora públicas en el sitio del IFE, y pasan al argumento de la campaña mediática y de las intervenciones de Fox. Eso de inmediato confunde los procesos mentales de quien quiere sólo saber una cosa: ¿se contaron bien o no los votos? ¿El resultado final es o no es un reflejo correcto de los totales efectivamente emitidos por los ciudadanos?
Los mexicanos, de estar bien informados, el día de hoy, no tendrían absolutamente ninguna razón para dudar de la confiabilidad de su más costosa institución en toda su historia. El día de hoy sabrían que, efectivamente, los votos fueron correctamente contados, que cuando se impugnaron casillas, ésas fueron estudiadas. Que cuando se cancelaron esas casillas, ambos partidos perdieron votos. Que las casillas que se revisaron fueron sólo las que reflejaban problemas contra la coalición, pero no se impugnaron ni revisaron las que presentaban problemas contra el PAN.
La desconfianza es gratuita, infundada y el resultado del berrinche del malísimo perdedor, totalmente antidemocrático, llamado Andrés Manuel López Obrador, que le hizo a su muy "amado pueblo" el grandísimo favor de borrarle la confianza en una de sus instituciones, aunque habría querido hacerlo en muchas más, o de una vez por todas, en la totalidad. La historia personal de este individuo mexicano es una secuela clara de descalificar todo aquello que no lo aprueba a él como centro del universo. Él está seguro de ser el único que tiene la solución total para los problemas de México y no acepta, bajo ningún motivo, que sean otros los que aporten sus ideas para ese camino.
Y no llegó a esa posición sólo, sino soplado todos los días al brotar el alba, durante cinco años seguidos, cuando un puñado de "periodistas", con las quijadas flojas, dejando caer de entre los dientes una aguada saliva, tomaban absortos nota de cada palabra, de cada expresión, del nuevo símbolo del redentor mexicano, otra "Virgen de Guadalupe", versión masculina, que en vez de impregnar su retrato en el manto de algún campesino, lo haría en las cintas magnéticas digitales rodando en las cámaras del cineasta Mandoki.
Gracias, San Andrés Manuel López Obrador, por destruir la confianza en una de las instituciones más costosas que tu pobre pueblo había logrado resaltar de entre las semejantes entre el resto de la especie. Gracias, misionero del complejo de vencido, de pobre y de necesitante de protección (tuya) del mexicano. Gracias... pero no, por favor.
Ahora, ¿cómo cancelamos el rumor? El "prócer" difamó y calumnió a su propio país. Y muchos reporteros lo siguieron con babas colgantes. ¡Qué triste escena histórica para el país mexicano!
Una escena semejante, en el interior de un partido, se dio a finales del 2006 en Yucatán. Hoy todos sabemos las catastróficas consecuencias de tal escena.
Y lo que yo escriba aquí de nada sirve, porque con la misma hay 74 que estarán en desacuerdo. Aunque se les diga que los funcionarios de casilla, junto con los representantes de los partidos, firmaron actas que tienen los totales que ahora aparecen publicados en el sitio del IFE. El rumor del "fraude" ya se propagó, como el fuego destructivo de los más horrendos incendios de los últimos tiempos. En esta ocasión las áreas verdes, "el pulmón" que se está perdiendo, es la confianza del mexicano en su propio país.
La lógica que se desprende de los hechos nos dicta un resultado muy apretado, cierto, pero en ningún punto, ni lejanamente, sugiere que las cifras finales sean el resultado de votos que no fueron emitidos por ciudadanos.
Cuando pasan algunos minutos de platicar con los propagadores de la teoría del fraude, entonces dejan de lado el argumento que cae cuando se habla de las actas firmadas por todos y ahora públicas en el sitio del IFE, y pasan al argumento de la campaña mediática y de las intervenciones de Fox. Eso de inmediato confunde los procesos mentales de quien quiere sólo saber una cosa: ¿se contaron bien o no los votos? ¿El resultado final es o no es un reflejo correcto de los totales efectivamente emitidos por los ciudadanos?
Los mexicanos, de estar bien informados, el día de hoy, no tendrían absolutamente ninguna razón para dudar de la confiabilidad de su más costosa institución en toda su historia. El día de hoy sabrían que, efectivamente, los votos fueron correctamente contados, que cuando se impugnaron casillas, ésas fueron estudiadas. Que cuando se cancelaron esas casillas, ambos partidos perdieron votos. Que las casillas que se revisaron fueron sólo las que reflejaban problemas contra la coalición, pero no se impugnaron ni revisaron las que presentaban problemas contra el PAN.
La desconfianza es gratuita, infundada y el resultado del berrinche del malísimo perdedor, totalmente antidemocrático, llamado Andrés Manuel López Obrador, que le hizo a su muy "amado pueblo" el grandísimo favor de borrarle la confianza en una de sus instituciones, aunque habría querido hacerlo en muchas más, o de una vez por todas, en la totalidad. La historia personal de este individuo mexicano es una secuela clara de descalificar todo aquello que no lo aprueba a él como centro del universo. Él está seguro de ser el único que tiene la solución total para los problemas de México y no acepta, bajo ningún motivo, que sean otros los que aporten sus ideas para ese camino.
Y no llegó a esa posición sólo, sino soplado todos los días al brotar el alba, durante cinco años seguidos, cuando un puñado de "periodistas", con las quijadas flojas, dejando caer de entre los dientes una aguada saliva, tomaban absortos nota de cada palabra, de cada expresión, del nuevo símbolo del redentor mexicano, otra "Virgen de Guadalupe", versión masculina, que en vez de impregnar su retrato en el manto de algún campesino, lo haría en las cintas magnéticas digitales rodando en las cámaras del cineasta Mandoki.
Gracias, San Andrés Manuel López Obrador, por destruir la confianza en una de las instituciones más costosas que tu pobre pueblo había logrado resaltar de entre las semejantes entre el resto de la especie. Gracias, misionero del complejo de vencido, de pobre y de necesitante de protección (tuya) del mexicano. Gracias... pero no, por favor.
Ahora, ¿cómo cancelamos el rumor? El "prócer" difamó y calumnió a su propio país. Y muchos reporteros lo siguieron con babas colgantes. ¡Qué triste escena histórica para el país mexicano!
Una escena semejante, en el interior de un partido, se dio a finales del 2006 en Yucatán. Hoy todos sabemos las catastróficas consecuencias de tal escena.
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